El burro y el caballo

En un amplio y cómodo establo, vivían un burro y un caballo desde que eran muy pequeños. Disfrutaban de su compañía y además, ambos se deleitaban juntos comiendo de una misma bandeja, el sabroso heno.
José, su dueño era un molinero que todos los días repartía equitativamente el trabajo a los dos animales. Cada mañana colocaba al asno y al caballo, un pesado y gran saco de harina de trigo, para transportarlo hasta el mercado de la ciudad.
Cuando la carga estaba lista, emprendían la dura rutina diaria. Para ellos era algo aburrido, pero como su vida dependía de cumplir solo órdenes, no se quejaban nunca de su suerte.
Una mañana, José, decidió colocar dos sacos sobre el burro y ninguno sobre el caballo y les ordeno partir al mercado como todos los días.
Les grito:
¡Vamos!, ¡A darse prisa o llegaremos tarde!
Los animales comenzaron a seguirlo de manera sincronizada como todas las mañanas, mientras caminaban, el burro se lamentó por primera vez:
-Amigo caballo, creo que el peso que llevo es injusto, no puedo con tanto yo solo, ya no puedo mantenerme en pie y me falta la respiración.
El caballo, en cambio iba a su lado más ligero que una pluma, sintiendo en su cara la brisa fresca de la mañana. Estaba tan feliz que ni por un momento pensó en el sufrimiento que estaba sintiendo su amigo.
Se dirigió al asno y molesto le dijo:
-Yo no tengo culpa de tu situación, amigo, entiendo por lo que pasas, no es el mejor día de tu vida.
El burro impresionado, con el cansancio que sentía igual le pidió ayuda.
-No te molestes amigo caballo.
-¿Por favor podrías darme una ayuda?
El caballo mirándolo de reojo le contesto:
-¿Perdón? ¿Me estás solicitando ayuda?
El burro no salía de su asombro, estaba a punto de desmayo. Se sentía tan cansado que no le salían las palabras para pedir ayuda.
Por última vez le pidió auxilio a su mejor amigo que lo miraba esta vez con ojos de fastidio:
-Amigo te suplico, ayúdame con la carga, me voy a desmayar.
-Pero el caballo le respondió, no seas tan dramático, no es para tanto.
-Además, la carga te corresponde a ti y yo no pienso ni por un minuto ayudarte.
El sol inclemente junto con la pesada carga hizo que al pobre burro se le torcieran las patas y cayera estrepitosamente.
José se metió el susto de su vida al ver caer al burro, muy nervioso y sin saber que hacer pensó, pobre animalito por culpa de la pesada carga se desplomó, tengo que llevarlo a la granja y avisar inmediatamente a un veterinario.
Sin perder tiempo le dijo al caballo:
- Me ayudarás en este trance, ¡Agáchate!
El caballo asustado obedeció a su amo que rápidamente coloco los dos sacos de harina y al burro sobre él. Cuando tuvo la carga lista le dijo cariñosamente, arre caballo, llega lo más rápido que puedas a la granja.
El caballo estaba aterrado con aquella situación, y llevando la pesada carga llegaron a tiempo a la granja para que el veterinario salvara al burro.
Gracias a la rápida atención el burro logro reanimarse en pocas horas, no así el caballo que debido al gran esfuerzo tardo en recuperarse tres largas semanas de lo débil y cansado que quedo.
Ese tiempo le sirvió para pensar en su mala actitud hacia su amigo, se sentía muy culpable y decía, por mi mal comportamiento casi pierdo a mi amigo, tenía que haberlo ayudado desde el principio.
Al pasar esos tristes días, se volvieron a reunir y con mucha pena y humildad le pidió perdón a su gran amigo. El burro, que era muy bueno y lo quería mucho, le acepto las disculpas en medio de un fuerte abrazo.
Los amigos deben prestarse ayuda en todo momento y compartir vivencias buenas y malas, para que perdure la amistad.
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