El cerdito verde

En un hermoso lugar lleno de grandes y frondosos árboles, existió una bonita familia de cerdos que alegremente vivían en ese mágico lugar, allí tenían todo lo que se pueda pensar.
En el transcurso del día, jugueteaban y se divertían en grandes charcos de barro y luego para refrescarse se bañaban en los inmensos pozos que se encontraban en el lugar.
Después de jugar durante la mañana, el dueño de la granja les brindaba un gran cubo lleno de apetitosas mazorcas, o ellos comían de las diferentes frutas que el lugar les ofrecía.
Cierto día, Anastasia, la mamá cerda descubrió que tendría unos hermosos cerditos. Al cabo de unos meses llego el gran y esperado momento.
Anastasia tuvo seis y robustos cerditos, todos de un hermoso color rosado, menos uno, que nació de un fuerte color verde manzana.
Los nuevos cerditos miraron horrorizados a su extraño hermano, no entendían lo que estaba pasando con él, les daba miedo su aspecto.
Pero su raro color no era lo único diferente, su comportamiento era también disparejo a sus hermanos. Mientras los demás chanchitos se alimentaban con la leche que su madre les proporcionaba, el cerdito verde prefería comer un gran trozo de pastel.
¡Ah! Y mientras sus hermanos jugaban y disfrutaban en el barro, él sin pensar en ensuciarse prefería intentar subir a los árboles a admirar el paisaje de la tarde.
Al pasar el tiempo, se ganó la fama de ser “el cerdito raro”, él sabía su sobrenombre y su condición, pero no le interesaba en lo más mínimo.
Lo que nunca imagino, ni le paso por la cabeza es que su familia adorada, y los otros animales de la granja sintieran odio por su manera de ser y que no lo aceptaban nunca a su lado.
Día a día lo fueron alejando del grupo, y el cerdito verde a cada momento se sentía más solo. Ya nadie compartía ni jugaba junto a él.
Solo, triste y molesto, una mañana tomo sus cosas y decidió marcharse lejos. Llorando, se alejó de la granja y llego a un bosque cercano buscando sitio donde descansar y lograr dormir.
Se sentó sobre una roca a descansar y a lo lejos diviso una pareja de grandes ciervos y les pregunto:
-Hola, soy el cerdito verde, ¿cómo están? ¿Ustedes viven en este hermoso bosque? ¿Tienen hijos?
Los ciervos lo observaron curiosos, pero no le dieron importancia a su extraño color y se le acercaron sin temor. Con mucha dulzura y cariño le respondieron que ese era el lugar donde vivían y que no tenían hijos.
La cierva amorosa y tierna le pregunto:
- ¿Qué haces por aquí solo y triste?
Él le contesto que era muy infeliz por ser diferente para las demás personas, pero que él se sentía de lo más normal.
La pareja se apartó un momento a charlar y el cerdito se puso aún más triste, pensaba que igual lo dejarían solo.
Pero ¡oh sorpresa!, regresaron a su lado muy conmovidos y le dijeron que:
-¡Él sería el hijo que nunca habían conocido!
El cerdito verde no se lo podía creer y acepto muy gustoso.
Lo bañaron, le proporcionaron comida y agua hasta quedar saciado y la mamá le colocó un hermoso pijama para que durmiera feliz y calentito a su lado.
Los tres, formaron una familia diferente, pero muy feliz, y cuentan que en aquel tiempo, uno que otro humano que anduvo por esos inmensos bosques, lograba divisar esa maravillosa y diferente estampa de una gran pareja de ciervos, junto a un cerdito de un hermoso color verde manzana, corriendo, jugando y disfrutando entre los árboles.
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