El lobo y las Cabritas

Había una vez una hermosa cabra. Era la madre de siete hermosas y listas cabritas. Se pasaban día y noche junto a su madre, jugando, pintando, y realizando actividades que las hacían pasar momentos increíbles.
Un día de primavera, la mamá les dijo a sus hijas:
- ¡Niñas voy al bosque a buscar alimentos para todas!
-Mientras yo esté fuera de casa, nunca le abran la puerta a nadie. Siempre que alguien toque la puerta, ¡pregunten quien es!
La cabrita más pequeña, tomo la palabra y le dijo a su madre:
- No te preocupes adorada madre, tendremos mucho cuidado mientras estés ausente.
La madre tomó su cesta y se fue a realizar su tarea, al poco rato alguien toco a la puerta.
-¿Buenos días quién es? Preguntó una de las cabritas.
- Hola, niñas es su madre, abran la puerta.
- ¡No! Gritaron varias a la vez. No eres nuestra madre con esa horrible y ronca voz La de ella es dulce y suave. Eres el malvado lobo, así que fuera.
Y tenían razón, era el lobo que había visto ausentarse a la madre y pretendía engañarlas y devorarlas a todas. Molesto, se sentó en una piedra a pensar en un plan para lograr la confianza de las cabritillas.
Se le ocurrió la idea de robar en un granero cerca, unos huevos que al tragarlos, su voz cambiaría y se tornaría más dulce y suave. De una carrera volvió a la casa y toco de nuevo.
-¿Quién llama?
- Su madre adoradas hijas, abran la puerta que deseo abrazarlas fuerte.
Ya casi convencidas iban a abrir la puerta, pero una de las cabritas desconfió y le pidió que les enseñara una de sus patas por un hueco que había.
-Eres un mentiroso feo lobo, nuestra madre tiene unas hermosas patas bancas y delgadas, las tuyas son negras y gruesas, ¡Fuera de aquí!
El lobo ya casi desistía, pero no estaba dispuesto al fracaso, por lo que en veloz carrera se acercó a un molino, de un salto metió las patas en un saco de harina hasta que sus patas quedaron blancas como copos de nieve.
Regreso por tercera vez, llamo a la puerta y con la voz dulce y suave, volvió a insistir que le abrieran la puerta, pero las cabritas aún desconfiaban y le pidieron que nuevamente les mostrara una de sus patas.
El astuto lobo en esta oportunidad les mostró la pata y las cabritas confiadas y contentas pensando que era su madre giraron la llave, esto lo aprovecho el lobo y de un fuerte empujón logro entrar a la casa.
Todas asustadas por tan desagradable momento corrieron a esconderse, pero el hábil lobo las fue encontrando una a una y ¡zas! De un bocado se las fue comiendo una a una, menos a la más pequeña que logro esconderse muy bien dentro del gran y fuerte reloj que estaba en el comedor.
Cuando regreso la mamá, consiguió todo en desorden y se puso a llorar porque había perdido a sus hijas, en ese instante salió la cabrita más pequeña del reloj y le contó lo que había sucedido.
Molesta le dijo a su menor hija que no se preocupara, sabía que el lobo no podía estar tan lejos después de aquel enorme festín. Y tenía razón lo encontró dormido y con la panza a punto de explotar de tanta comida.
Tomo un gran mazo y fue tan duro el golpe que dio al animal que este de una vez expulso sanas y salvas a las seis cabritas. Aullando corrió despavorido y se perdió en el oscuro bosque.
Las cabritas regresaron junto a su madre a ordenar la casa, y el malvado lobo jamás se les volvió a acercar ni de casualidad. Aprendieron que siempre deben obedecer a sus padres y jamás confiar en desconocidos.
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