El magnifico hueso

Un día muy fresco, cuando paseaba por un lindo campo, mi nariz comenzó a olfatear una aroma deliciosa que salía de un arbusto cercano. Pensé: ¡Huele a hueso! ¡Seguramente es muy grande y sabroso!
Corrí a toda velocidad para encontrarlo, pero al mismo tiempo llegó otro perro mucho más pequeño que yo. Que atraído por el mismo olor, iba en igual dirección.
Al llegar le dije:
-Ese hueso es mío.
-Yo sentí primero su exquisito olor.
Pero el otro perro no estaba dispuesto a cedérmelo con tanta facilidad. Él lo mordió por un extremo y yo lo sujetaba con mucha fuerza por el otro lado.
Ambos gruñimos tan fuerte que daba la impresión que iba a caer una gran tormenta, acompañada de muchos rayos y centellas. En efecto, el hueso era bastante grande y todavía tenía mucha carne.
El perro pequeño al saborearlo me manifestó inmediatamente que el hueso estaba en mal estado, rápidamente soltó el extremo que había agarrado y se puso a olerlo por todas partes. Exclamó:
-Efectivamente, este hueso ha pasado muchos días aquí, lo más seguro es que está descompuesto.
Y continuó diciendo:
-Recuerdo cuando me comí un trozo de pescado y me sentí tan mal, que casi muero.
-El estómago parecía una orquesta desafinada, mis ojos se tornaron de un color rojo intenso y mis orejas no paraban de zumbar.
-En fin una experiencia muy desagradable, que me enseñó a tener mucho cuidado con lo que como.
El perro grande lo escuchó atentamente y soltó el extremo del hueso que le correspondía, ya que el relato logró intimidarlo y dijo lo siguiente:
-Aunque al principio su olor fue muy agradable después pensé.
-¡Y si me cae mal!
-¡Si no puedo mover mi cola!
El perrito se quedó mirándome y me dijo:
-¿Quieres qué lo pruebe?
Le respondí que sí, lo lamió y lo mordió, en segundos el pobre decía:
-¡Auxilio, me muero, ayuda!
Al ver esa reacción, me sentí muy nervioso y le dije:
-Voy a buscar a mi dueña, ella sabe mucho de esto, seguro te curará.
El perrito le respondió:
-¡Apúrate!
Entonces, corrí muy rápido en busca de mi dueña y le expliqué lo sucedido, ella me acompañó y llegamos rápidamente al matorral, pero quedé paralizado al observar que no se encontraba el perrito ni el hueso, habían desaparecido.
Para darme ánimo por haber perdido el hueso y ser engañado, dije en voz alta “Bueno, no podía pelear con él era muy pequeñito” Pero un perro que estaba observando todo lo sucedido, comentó:
-Sí… ¡Pero fue muy grande para engañarte!
Pasé el resto del día muy molesto, porque me dejé engañar como un tonto.
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