Kamschut y el otoño

Dice la Leyenda del pueblo Onas, asentado en la Tierra del Fuego, Argentina, que en un principio todos los árboles y montes eran verdes y jamás perdían su color, ni las hojas se les caían.
En ese pueblito vivía un indio llamado Kamschut, quién tenía la costumbre de viajar lejos a descubrir paisajes, pueblos y muchas cosas nuevas. Así, al regresar al pueblo contaba sus historias y experiencias a los habitantes.
Un día decidió partir a conocer tierras muy lejanas y así se enrumbó por largos caminos y prolongadas travesías, que lo hicieron alejarse muchísimo de su aldea.
Tardo mucho tiempo en aparecer, por haberse alejado tanto y la gente extrañada comentaba su ausencia, temiendo lo peor. Exclamaban:
-¡Kamschut debe estar muerto y ya por eso no va a volver más a su pueblo!
De esta manera, todos los habitantes de su pueblo comenzaron a extrañarlo, así como también, sus historias, cuentos y leyendas. Ya que cada vez que regresaba de un viaje, la gente hacía fogatas en la noche para que Kamschut se sentara a contarles cuentos.
De repente, un buen día, apareció Kamschut en el pueblo muy feliz y contento diciéndole a la aldea que traía cuentos fabulosos y leyendas y que en la noche se reunirían para contárselos.
Así fue y llegada la noche, todos se encontraban reunidos y Kamschut comenzó a relatar de su largo viaje y les hizo saber que había conocido una tierra mágica de lugares increíbles, hermosos bosques, árboles fantásticos e inimaginables paisajes.
En su relato, les dijo que en ese lugar mágico, al llegar el otoño todos los árboles y vegetación ¡perdían las hojas! Tanto que parecía que se había secado todo, es decir, que la vegetación y los árboles ya no renacerían, esto le dio a Kamschut mucha tristeza y nostalgia.
Pero al pasar muchas lunas, de pronto vino la primavera y toda vegetación comenzó a florecer de nuevo. A los árboles y plantas le empezaron a salir retoños verdes y flores nuevas. La naturaleza se volvió a poner verde e inmensamente bella de nuevo.
Ante esta increíble historia, los pobladores de Onas, comenzaron a reírse de Kamschut, porque les parecía inverosímil la historia, esta actitud hizo molestar a Kamschut, quien se paró muy furioso de la reunión y al día siguiente madrugó y se marchó de nuevo, pero esta vez para no volver jamás.
En su largo andar, Kamschut iba repitiendo y repitiendo sin cesar, todas sus historias y leyendas. De tanto repetir historias, ¡Se convirtió en ave! ¡Su cuerpo se vistió de bellas plumas verdes, rojas, azules, amarillas y su pico tomo una forma curvada!
Cuando llegaba el otoño, Kamschut se paseaba entre el bosque y los árboles del pueblo y cada hoja que tocaba la teñía de rojo, cayendo de inmediato. Al llegar la primavera volvieron a reverdecer árboles y plantas. Lo que causó un gran asombro a sus habitantes, quienes decían:
-¡Kamschut tenía razón!
¡-Era verdad toda su historia y no le creímos!
Comentaba toda la aldea. Pero eso no fue todo, comenzaron a llegar loros a las ramas de los árboles emitiendo fuertes chillidos y carcajadas y chillidos, al pueblo que no le creyó a Kamschut.
Luego comprendieron, que era Kamschut con toda su familia de loros que llegaban en bandadas a pararse en los árboles y a comenzar su estrepitoso ruido que recorría toda la Tierra del Fuego, Argentina.
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