La paloma y la hormiga

El día estaba impresionantemente lindo, un cielo con un azul intenso y una brisa muy fresca que no provocaba quedarse ni un instante más en casa.
Por eso, la pequeña y hermosa hormiguita salió a caminar cerca del tranquilo río, sus aguas eran tan cristalinas que se podían observar: piedras, arena, pececitos de colores nadando de un lugar a otro.
Además sus aguas servían como espejo que reflejaba completamente su figura. La pequeña hormiga quedó mirándose un rato y jugando, cerraba un ojo, abría la boca, levantaba la ceja…
En fin la simpática y confiada hormiguita se distrajo tanto que sin darse cuenta, cayó en las profundas aguas del río. La pobre no sabía nadar y estaba en serios problemas, sus gritos en busca de ayuda eran tan fuertes que se podían escuchar a muchos kilómetros de distancia:
¡Auxilio! ¡Auxilio! Me ahogo. ¿Alguien me puede salvar? ¡Necesito ayuda por favor! ¡No sé nadar! Pero su esfuerzo, no tuvieron éxitos, nadie la escuchaba. Se sentía arrastrada por la corriente sin poder hacer nada para salvarse.
Desde lo alto de un frondoso árbol, una blanca paloma observaba todo lo que estaba pasando y sin perder tiempo se dirigió hacia la indefensa hormiguita. Sentía mucha pena por ella y se escuchaba decir ¡debo ayudarla! ¡Está a punto de morir! Si la dejo un minuto más no tendrá salvación.
La paloma le gritó: ¡espera! Yo te salvaré amiga y presurosa cortó una hoja con su pico y la llevó hasta el lugar donde se encontraba la hormiga. La dejo caer muy cerca de ella.
Agotada y haciendo los últimos esfuerzos que le quedaban, la hormiga logró subir a la hoja y así llegó a la orilla, sin ningún problema.
La hormiguita se sentía tan feliz que exclamó: ¡gracias a ti estoy viva! ¡te lo voy a agradecer toda la vida amiga mía!
Al poco tiempo de lo sucedido la hormiguita se encontraba en unos matorrales, cuando de repente vio a un cazador. Apuntar con un arma a la paloma que se encontraba tomando una siesta en un árbol.
La hormiga presintió las intenciones del cazador y con gran rapidez se acercó a él y lo pico muy fuerte en el talón. El hombre sintió un fuerte ardor y se desconcentró de su objetivo y muy molesto le dijo:
¡Qué has hecho hormiga tonta! ¡Me has hecho fallar! La paloma se pudo alejar del cazador y la hormiga se sintió muy dichosa porque también pudo salvar la vida de la paloma.
Y desde ese momento su amistad creció por mucho tiempo, ambas se agradecían el estar con vida y poder disfrutar todas las maravillas de la naturaleza y conocer el sentido de la amistad verdadera.
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