Ulises y el caballo de Troya

Ulises y el caballo de Troya

Hace mucho, pero mucho tiempo, en Grecia, se encontraba una cantidad inmensa de ciudadanos que decidieron declarar la guerra  a la ciudad de Troya. Estos hombres permanecían vigilantes, pues su intención era arremeter contra la población troyana.

Ellos eran muy fuertes y además estaban vestidos de guerreros, siempre alerta para buscar el momento oportuno y poder entrar a la ciudad. Lo intentaron una y otra vez, pero sus esfuerzos no tuvieron éxito. Sin embargo no perdían la esperanza y su empeño cada vez se hacía mayor.

A pesar de la fortaleza de estos soldados, era humano que el cansancio los debilitara. Ya había pasado diez años desde que comenzaron su plan. Estaban lejos de sus familias y ello sin duda les hacía flaquear.

Entre ellos había un capitán llamado Ulises quien era rey de una isla llamada Ítaca. Su característica era que jamás se daba por vencido. Así que se detuvo a pensar en algún plan que animara a los soldados.

Un día repentinamente recibió una idea de la diosa Atenea. Ella le apareció convertida en brisa y mágicamente le habló en susurro diciéndole lo que debía hacer para animar a sus soldados.

Fue entonces cuando Ulises se fue con ellos para decirles el nuevo plan

Ante ellos levantó la voz par que todos le oyeran y dijo:

¡Señores ya sé cómo vamos a conquistar Troya! ¡Aunque les parezca extraño, de inmediato debemos desalojar este campamento e irnos!

Ante este planteamiento Agamenón quien era el jefe de las tropas se alarmó, pues esto significaría darse por vencidos y derrotados. ¿Cómo después de diez años iban a abandonar el campo de lucha por semejante idea?

Ulises al ver el desacuerdo en la cara de Agamenón, lo dijo:

Agamenón, no creas que estoy loco. ¡Confía en mí!. Esta idea y esta acción solo es la primera parte del plan que tengo previsto.

Entonces procedió a contarle todo su plan y fue así como Agamenón accedió a apoyar a Ulises en su plan.

Pasaron tres días y fue cuando los troyanos se asomaron a través de la muralla para ver a los griegos. Su sorpresa fue mayúscula al ver que la llanura estaba desierta por primera vez en tantos años. No había ni un solo enemigo allí en frente de ellos.

De inmediato pensaron que los griegos ¡se habían rendido!. Esto conmocionó a los troyanos y en la ciudad solo se hablaba de esto. Estaban tan sorprendidos y a la vez confundidos,  pues no concebían tan acción por parte de los griegos, de esta manera tan repentina. Todos celebraban pues esto significaba el fin de esta larga guerra que había traído tanto llanto y dolor.

De pronto, se escuchó la voz de uno de los guardias de la muralla, quien anunció que los griegos se habían ido, pero habían dejado algo en el campamento. Desde lo lejos no se divisaba con claridad de qué se trataba. Fue así que el rey Príamo decidió aproximarse acompañado de un séquito de hombres fuertes.

Entonces salió de Troya para moverse hasta el campo vacío. Entonces observó que lo que habían dejado los griegos era una gran escultura. ¡Era un gran caballo de madera! Y lo más curioso era que en sus patas tenía una inscripción que decía: “Este caballo es una ofrenda que damos a la diosa Atenea para que nos ayude a volver sanos

Resulta que los troyanos respetaban a los dioses por ello no se atrevían a atentar contra la escultura para Atenea. Fue así que decidieron moverla y llevarla dentro de Troya para dejarla en el templo de la diosa.

Fueron muchos hombres los que se necesitaron para arrastrar con cuerdas a esta gigante escultura de caballo. Una vez que lograron llevarla, celebraron felices, comiendo  bebiendo. Se sentían victoriosos totalmente. Fue tanta la celebración, que cayeron exhaustos.

Y una vez que Troya quedó en silencio, se oyó una voz desde dentro el caballo que decía: “es hora de atacar”. Era la voz de Ulises quien comandó esta trampa para entrar a Troya con veinte hombres. El caballo era hueco y todos estaban dentro.

Fue así como Ulises logró penetrar a Troya y con sus hombres, abrió las puertas de la muralla para que el resto de los hombres pudiera entrar.

Fue así como la guerra finalizó. Y todo fue gracias a una gran idea, que cambió por completo la fórmula que ya estaba vencida, que era estar frente a la muralla, cargados de armas por tantos años.

 

 

 

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